Antes de ver a la Paz, sentía que no podía avanzar en los días.
Estaba como en un agujero, sentía miedo a morirme y a que todos se murieran. Lloraba mucho, todos los días me estaba despidiendo de mi hijo, incluso le escribía cartas para que él supiera cómo había sido yo, cuando ya no estuviera.
Lo que más valoré primero fue su empatía, nunca me juzgó, siempre me entendió y me dijo: “vamos a salir de esto”.
Me gustó que me dijera que había solución, pero lo principal fue la empatía. Nunca me dijo: “oye, eso no es verdad, así que enfoquémonos en que no va a pasar”.
Lo primero fue la validación, y luego fue saber que hay un camino para salir de la ansiedad.
Ahora que ya terminamos la psicoterapia me siento bien, con herramientas y comprendiendo todo lo que me pasa… o casi todo, jaja.
En la relación con mi familia, ha cambiado que ahora estoy más dispuesta a mi hijo, antes me molestaban muchas cosas, no lo podía tomar en cuenta porque yo estaba demasiado mal.
Mi estado de ánimo también mejoró, ahora me despierto sabiendo que todo puede estar mejor, con más ganas.
Logré entender que lo malo siempre puede pasar, y que no por eso hay que parar toda la vida. Igual ahora me preocupo por las cosas, pero es mucho más razonable.
No es esa preocupación de antes, de que vamos a salir a la calle y nos vamos a morir todos.
Con respecto a la ansiedad, pude conocerla, manejarla y ver la vida de forma más optimista, aprendí que aunque esté la posibilidad de que algo malo ocurra, no quiere decir que eso te vaya a tocar.
Las meditaciones me ayudaron mucho y las tareas me sirvieron para comprenderme mejor y no juzgarme tanto.
Sentí plena confianza en ella, y que le podía contar todo. Me sentía escuchada de verdad y no como cuando le hablas a alguien que está mirando el reloj.
Consejo para alguien como yo: que tiene que ir a terapia, que sola no se sale, ni sola ni con los libros de autoayuda.
Recomendaría trabajar con ella por su empatía principalmente, porque nunca me sentí juzgada, y más encima le tomé mucho cariño 🙂