«Pero si un día me demoro
No te impacientes
Yo volveré más tarde
Será que la más profunda alegría
Me habrá seguido la rabia ese día.
La rabia simple del hombre silvestre
La rabia bomba, la rabia de muerte
La rabia imperio asesino de niños
La rabia se me ha podrido el cariño
La rabia madre, por Dios, tengo frío
La rabia es mío, eso es mío, solo mío
La rabia bebo pero no me mojo
La rabia miedo a perder el manojo
La rabia hijo, zapato de tierra
La rabia dame o te hago la guerra
La rabia todo tiene su momento
La rabia el grito se lo lleva el viento
La rabia el oro sobre la conciencia
La rabia ¡coño!, paciencia, paciencia
La rabia es mi vocación».
Días y flores – Silvio Rodríguez
¿Alguna vez te has detenido a experimentar plenamente esa sensación post-rabia? Ésa que sientes cuando ya al fin no estás enojado y viene la calma y eres capaz nuevamente de ver las cosas buenas de la vida, e incluso a veces de soltar eso malo que ocurrió. Esos momentos muy “Here comes the sun”.
Claridad. Cuando la rabia ya no es tu vocación.
Convengamos que la rabia es buena también: nos ayuda a darnos cuenta cuando creemos que algo está mal o se está cometiendo una injusticia. Nos puede llevar a la acción, y ojalá una acción no violenta. Nos moviliza, es un gran motor.
¿Lo habías pensado?
Pues nada, solo te quería invitar a escuchar tu rabia, sentirla y sobre todo a valorar esa sensación de cuando ya se fue.
Experimentar toda la gama de emociones sin censura es parte de tu salud mental.
Así que ¡permítete enojarte! Ya se te pasará.
¿Te consideras rabioso o rabiosa? ¿Cuándo fue la última vez que te enojaste? Obvio que te leo 😌.
PD: La de la foto es una preciosa flor endémica de Chile llamada #Medallita, la descubrimos en una expedición junto a @pewma_educacion