Un psicólogo referente de nuestros tiempos, Alvaro Pallamares, de la Fundación América por la Infancia, dice que no es que a los niños de hoy LES FALTEN golpes, si no que al contrario, a las generaciones anteriores LES SOBRARON golpes, y tanto los dañaron que lamentablemente terminaron creyendo que está bien usar la violencia, para así criar “personas de bien”.
Es así como muchas personas terminan identificándose con su agresor y lo justifican, minimizando los efectos del maltrato sufrido, mientras que repiten este modelo con sus hijos y ni siquiera se cuestionan cómo es que el mundo está como está, si la falta de amor y cuidados se viven desde la más tierna infancia… La culpa siempre será de otros, o de la falta de “correctivos”.
Y creen que cada vez que un niño tiene una rabieta o un “mal comportamiento”, lo está haciendo para manipular, para molestarnos, para conseguir algo, y no porque realmente le esté pasando algo a nivel emocional (por ejemplo: pena, rabia, sueño, aburrimiento) que es incapaz de resolver por sí sólo.
Los malos tratos, ya sea en forma de golpes o de agresiones psicológicas, que finalmente también son físicas porque dañan el cerebro, no siempre van a crear seres abominables o asesinos en serie.
Pero ya sabemos desde el enorme acopio de evidencia científica recopilado en los últimos años (neurociencias, teoría del apego, etc.), que siempre van a dejar marcas en el alma de esa persona.
Esas marcas se pueden expresar de las más diversas formas: en un niño que teme a su cuidador y no acude a él cuando algo le sucede; en un joven que va a abusar de otros más débiles cada vez que pueda; en una mujer que vive inundada de ansiedad; en un adulto que no entiende el origen de su tristeza y estalla de ira ante la más mínima provocación; en una adolescente con problemas en la alimentación porque intenta llenar su vacío emocional a través de la comida, etc.
Los seres humanos somos tan complejos que es imposible saber exactamente cómo afectará algo en una persona o en otra, pero ya no podemos ponernos la venda y desconocer que los malos tratos en la infancia generan daño emocional y físico que repercutirá sobre todo en la salud mental de los adultos del mañana.
EN ESPECÍFICO, LOS MALOS TRATOS AFECTAN NUESTRA CAPACIDAD PARA REGULAR NUESTRAS EMOCIONES, Y DE AHÍ DERIVAN UNA SERIE DE PROBLEMAS PSICOLÓGICOS: ANSIEDAD, DEPRESIÓN, TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA, DESCONTROL DE IMPULSOS, ETC.
¿Cómo va a ser necesario agredir (pegar, menospreciar) a ese ser que es parte de ti, para que aprenda algo
¿Cómo va a ser necesario “darle su correctivo” para “hacerle entender” que aquí “las cosas son como yo diga”?
Simplemente no puede estar bien dañar a la persona que más amas en el mundo para enseñarle una lección, y que paradójicamente es quien más necesita de ti.
Imagina lo confuso que se experimenta eso. El popular dicho “quien te quiere, te aporrea” NO PUEDE estar bien.
No, señores, no nos van a convencer de que eso es necesario y que no quedaron con traumas quienes lo vivieron “porque a mi me pasó y soy profesional y una persona de bien”.
Además, otro punto importante que suelen manifestar quienes justifican el maltrato es que al promover una crianza respetuosa, se está proponiendo una manera de criar permisiva y laxa donde no hay ningún tipo de límite por temor a la respuesta del “hijo tirano”.
La evitación de la frustración a toda costa no es el objetivo que buscamos, de hecho, la falta de límites también es negligencia. Ellos deben aprender lo que es correcto o lo que no, y somos nosotros, sus padres, los responsables de enseñarles eso (¡y mucho más!).
Simplemente lo que se quiere transmitir es que una forma de criar con respeto y amor Sí es posible, para cualquier madre y padre (¡no solo para los SÚPER-HÉROES/HEROÍNAS-MADRES Y PADRES!):
- donde le dedique tiempo y paciencia a mis hijos
- donde la mirada hacia ellos sea más compasiva y menos crítica
- donde entienda que ellos aprenden a través de la repetición y a su propio ritmo
- donde considere cómo es mi hijo antes de tomar alguna decisión sobre él
- donde tenga claro qué esperar en cada una de sus etapas de su desarrollo
- donde haga mi mejor esfuerzo por no repetir viejos patrones mal-tratantes, y si no lo logro por mi cuenta, tener la madurez necesaria para pedir ayuda (psicoterapia)
- donde ponga límites y la disciplina no vaya acompañada de castigos, si no de oportunidades para reparar y aprender de mis errores
- y por cierto, donde no falte la compasión hacia nosotros mismos como padres tampoco cuando todo lo anterior nos falle y terminemos en un caos parental
Excelente!!