Salud Mental

Una historia Violeta

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El camino de una chica trans para vivir por fin de acuerdo a su identidad de género.

Ser transexual ya no es considerado un trastorno de salud mental.

Hoy, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considera como un problema físico que nace de la falta de adecuación del cuerpo al género que siente la persona.

La transexualidad se define como una condición de la salud sexual por la cual una persona se somete —o tiene planeado someterse— a un tratamiento hormonal y/o cirugías para adquirir la apariencia física del sexo con el que se identifica. Su motivación es la inconformidad con el sexo biológico asignado en el nacimiento, que puede causar disforia de género.

En Chile no existen cifras oficiales acerca de cuánta es la población transexual.

A nivel mundial, se estableció que entre el 0,3% y el 0,5% de la población general se identificaría como trans (Reisner, 2016).

Lo que sí se sabe es que es un grupo que vive discriminación y problemas emocionales. El 56% de personas trans en Chile ha intentado suicidarse antes de los 18 años, según la primera investigación sobre la situación de personas trans, conocida como Encuesta T, que fue realizada por la Asociación Organizando Trans Diversidades (OTD Chile) junto a un equipo de investigadores independientes.

Sin embargo, en esta entrevista pude conocer una historia diferente, con final feliz o como prefiere decir ella, “una vida normal”. Violeta es una mujer trans de 37 años, Ingeniera Civil Eléctrica, quien a los 26 años se atrevió a dar el paso para vivir por fin la vida que desde pequeña soñó.

Con Violeta nos conocimos en la época del colegio, cuando ambas compartíamos un amigo en común. Hoy quise contactarla y ella accedió a compartir su historia, con la convicción de que algún niñx, joven o adultx que pueda estar pasando por lo mismo que ella pasó, vea que un futuro mejor es posible, viviendo según el género que te representa.

Violeta tiene un gran sentido del humor y una valentía digna de ser retratada en esta entrevista. Su resiliencia le ha permitido superar varios obstáculos propios de hacer una transición de género en una sociedad que avanza lentamente hacia la no discriminación de la diversidad sexual. Hoy valora profundamente la vida que tiene y cree que es obligación de todos el buscar nuestra propia felicidad.

Advertencia: Contiene contenido sensible acerca de suicidio, bullying y depresión.

Violeta, me gustaría que conversemos sobre tu historia, en un espacio que se creó con el objetivo de dar a conocer historias de resiliencia y visibilizar temáticas poco habladas, en torno a la salud mental.

¿A qué edad comenzaste a sentir que había algo diferente en tu identidad de género?

Desde que tengo memoria me acuerdo de haber sentido que había algo distinto. Tengo dos hermanos mayores, y a pesar que los quiero mucho, yo no me sentía como ellos. Como a los 6-7 años yo ya sabía que algo era distinto en mí y no podía expresarme tal como me sentía por dentro. Eran los años 90’s y los mismos adultos a mi alrededor se encargaron de hacerme notar que no era correcto que un niño quisiera ser niña; eso no salía en las noticias ni en ninguna parte.

Durante gran parte de mi niñez y adolescencia reprimí mi identidad de género, pensando que lo único que me quedaba en la vida era conformarme con lo que me había tocado. Tenía una especie de fantasía como desde los 10 años, de que cuando me muriera me iba a reencarnar en una mujer. Sentía que me tocaba resignarme hasta que eso pasara.

El no saber que hay más gente como tú en el mundo y creer que estás sola realmente, es algo que te bloquea, te da súper pocas opciones en la vida, de ver mas allá. La transexualidad no era algo que yo conociera y por lo tanto no sabía qué hacer.

Otra cosa difícil era que yo calzaba con algunos roles de género asignados a los hombres, porque por un lado me sentía influida por mis hermanos… Por ejemplo, a ellos les gusta mucho el futbol y a mí también, hasta hoy, entonces yo decía como: me siento rara, pero me gustan cosas convencionales de hombres. Me costó muchos años quitarme de encima ese prejuicio y yo misma me confundía.

Y en medio de toda esta confusión ¿cómo fue tu experiencia en el colegio?

Estaba en un colegio de hombres, en el que siempre fui objeto de bullying.

En la enseñanza media fue más pesado aún, andaba muy deprimida, confundida. Ahí contemplé el suicidio como una opción, nunca lo intenté pero como yo tenía la fantasía de reencarnarme en mujer, quería acelerar el proceso.

Como más adelante hubo acceso a internet, me metí a foros, creo que era 1998, y me instruí en lo que era ser trans, y supe que había más gente como yo, pero fue súper difícil porque al buscar me apareció solo prostitución, porno, violencia y muerte asociada. No había ninguna historia positiva, de alguien trans que llevara una vida “normal”.

Todo eso me llevó a no cuidarme físicamente: tomaba mucho alcohol, era más temeraria, porque realmente no le tenía mucho cariño a la vida.

Además algo súper común en la transexualidad es usar ropa femenina. Yo le saqué ropa a una tía y me descubrieron mis papás vestida así una vez. Yo negaba todo y decía que era solo una fase.

Mis papás tampoco entendían nada pero para ellos era chocante, mi mamá tenía miedo por mí, porque todo lo relacionado al tema trans en esa época era negativo.

Yo tenía miedo en ese entonces a abrirme, yo lo negaba y le bajaba la importancia porque no me atrevía.

Cuando creciste fuiste asimilándolo más…

Claro, cuando entré a la universidad, yo seguía con lo de conformarme con lo que me había tocado, pero empecé a tener algo de esperanza de que cuando me independizara podría vivir la vida que yo quería.

Pero ahí pensaba que iba a tener que cortar todo con mi vida de ese momento, dejar todo atrás, no tener nunca más contacto con mi familia y amigos e irme a un lugar donde nadie me conociera.

Sentía una desesperanza por el futuro, pensaba que me iban a echar de la casa,  desheredar, que me iba a quedar sola.

Me decía: tengo que tener una carrera y tener mi propia plata.

Tenía una doble vida, afuera era alguien, lo que esperaban de mí, un hombre; y adentro, me metía a internet, a foros, chat, y hablaba con gente que me reconociera como mujer dentro del espacio virtual.

¿En qué momento lograste entender, y luego aceptar lo que estabas sintiendo?

Como a los 15 años leyendo un artículo en internet donde hablaban de una persona trans me di cuenta que esa persona había sentido lo que yo había sentido, había pasado por una transición, y lo más importante fue que me abrió los ojos en saber que no estaba sola.

El aceptarlo es más difícil, ya era bastante más grande cuando pasó eso, tenía unos veinte y tantos. Yo antes de eso pensaba que si me esforzaba mucho, si me concentraba mucho, se me iba a pasar, se me iba a quitar este sentimiento. Pasaron unos cinco años cuando realmente pude aceptar que esto no era una fase, y que lo iba a tener que vivir toda mi vida.

Yo creo que todas las personas trans aceptan todo esto, pero ahí es donde tienen que saber qué hacer, decidir si hacer algo al respecto: hacer una transición y salir al mundo como te sientes, o guardártelo y vivir en una falsa vida, toda la vida.

¿En qué momento decidiste contarlo, y a quiénes le contaste primero?

Cuando yo estaba en la Universidad decidí estudiar un año en Alemania, y ahí conocí lo que era una sociedad más tolerante. Me di cuenta que en Chile somos un pueblito al sur del mundo, pechoño, con una mentalidad muy cerrada, y allá me hice amiga de muchos estudiantes de intercambio, vi una realidad muy distinta en lo afectivo, en lo sexual, en todo.

Allá empecé a andar con una chica española, y la relación duró cuatro años en que nos visitamos mutuamente. Cuando yo tenía 26 habíamos hablado de irme yo para allá a vivir con ella, y eso para mí fue fuerte y dije: tengo que hacer algo con mi vida.

Yo nunca le había contado nada a nadie, y ella me dijo: te vienes ahora o terminamos. Ahí le conté todo de por qué estaba como estaba. Todo esto fue por teléfono, y me apoyó mucho, me dijo que contara con ella para todo.

Hasta ese momento yo era considerada un hombre heterosexual, pero me di cuenta que aunque estaba con ella, no me gustaban las mujeres en general.

Ella estaba abierta a que fuéramos pololas, pero no era lo que yo buscaba. Hasta el día de hoy tenemos una linda relación, ella fue mamá hace poco, hablamos y nos tenemos mucho cariño.

¿Cómo fue que comenzaste el proceso de transición?

Yo ya había dado los primeros pasos en mi proceso, ya estaba viviendo sola, empecé a investigar y conocí una organización en Chile, Asociación OTD, y fue como ¡wow! conocer más gente en persona… Ahí me recomendaron un psicólogo, y eso me ayudó caleta, él sabía harto del tema, nunca me juzgó y me ayudó a seguir los siguientes pasos para conseguir lo que yo quería, que era que todo el mundo me reconociera como Violeta.

Al tiempo después le conté a mis papás, fue una de las cosas más duras que he hecho en la vida. Fui a Concepción por el fin de semana, yo estaba preparada para que me echaran o que me odiaran y no me quisieran hablar nunca más. Pero yo iba muy decidida a contarles, y no a pedirles permiso.

Mis papás quedaron en shock, no entendían bien, les hice recordar las veces en que me descubrieron vestida de mujer. Mi mamá me habló de sus mismos temores de antes, de que me pasara algo, pero yo estaba en un momento tan emocionante de mi vida, estaba tan eufórica que quería que todo fuera al tiro.

Después entendí que yo había tenido 26 años para entender todo, y yo esperaba que mis papás en cinco minutos entendieran todo. Al final les tomó unos dos meses sintonizar conmigo. Al tiempo les conté a mis hermanos y sus esposas y recibí mucho apoyo inmediato de ellos.

Mis papás se relajaron al saber que yo no estaba sola, estaban felices de que mis hermanos me apoyaran, me acompañaron a reuniones en OTD, los hice parte desde el comienzo. Fue todo lo contrario a lo que yo pensaba.

Mi hermano mayor trabajaba en la misma empresa que yo en ese tiempo, él ya se había acostumbrado a decirme Violeta afuera del trabajo, pero en la oficina no me hablaba o me decía “oye”, jajaja.

Hasta que yo conté en la empresa. Esta historia es buena: decidí hablar de mi proceso en un reportaje en Chilevisión que salió en las noticias, y así todos se enteraron. Fue buena idea yo creo para no andar contando uno por uno. Fue bacán, miro para atrás, y siento que me pasé de valiente.

Fueron unos cinco meses entre que todo mi entorno se enterara, los más estresantes de mi vida. Tenía que tener cuidado en cómo hablar, cómo expresarme, y el sacarme ese peso de encima fue lo mejor. Realmente empezar a VIVIR tu vida.

Había empezado ya mi tratamiento hormonal, y me puse vanidosa. Me pasó que me sentía ridícula sin haber hecho todo el cambio físico completo.

Durante años yo veía que mi cuerpo iba en una dirección y yo quería ir en otra, estaba disociada, veía cómo mi identidad se alejaba de mi cuerpo, y en este proceso tenía que hacer esa conexión nuevamente, y lo logré.

Ya todos mis amigos saben, compañeros de la U, del trabajo, tuve una buena respuesta de todo el mundo, muy poca gente se fue de mi vida. Creo que me había rodeado de gente buena, de gente que entendió que yo iba a seguir siendo la misma persona, solamente que iba a ser una versión mejorada, a poder ser completamente yo.

¿Cómo sientes que ha sido la recepción de la sociedad ante tu transición de género?

Nunca me vi rechazada por la sociedad, si no que todo lo contrario. Mi felicidad fue mayor, pude vivir más libremente. Fui súper privilegiada, no he sufrido violencia, discriminación ni precariedad.

Vivimos en una sociedad que todavía discrimina a la gente trans y a la diversidad sexual, pero mi ejemplo de vida es que SE PUEDE.

Sin embargo, aun estamos lejos, hay mucha violencia aún, a mí quizás por suerte no me ha pasado nada, pero sé que hay gente que lo ha pasado muy mal.

La transfobia y homofobia tienen un sesgo de clase. Ser trans pobre es terrible, no tienes acceso a los tratamientos, a las hormonas, a la cirugía, y te discriminan más aún que si tienes plata y te puedes costear tus tratamientos.

¿En qué consiste el tratamiento para la transición de género?

Las mujeres comenzamos usando estrógenos, para ir remplazando las hormonas masculinas por las femeninas y te van haciendo exámenes. Lo malo es que los endocrinólogos exigen el diagnóstico de Disforia de género del psiquiatra, al menos era así en 2010 cuando yo lo hice. Luego me hice la cirugía de la reasignación genital y ahí ya no se produce la testosterona.

La textura de la piel se pone más suave, se te van afinando los rasgos de la cara, después se va viendo en la figura, crecen las caderas, las pechugas.

 ¿Luego de este proceso de transformación, qué cambió en tu vida?

Cambió mi forma de enfrentar la vida, hay un sentimiento tan grande de liberación, que la gente que no pasa por un proceso así, no lo entiende. Es una sensación de ser tú misma, que se siente en todo aspecto.

También cambió que ahora tengo esperanza en el futuro, yo antes miraba para adelante, y era gris la vida, yo pensaba: si cumplo con todo lo que espera la sociedad de mí, me voy a casar, tener hijos, y quizás a los 60 pueda hacer lo que yo quiera. Y ahora no siento eso, ahora siento que los primeros 26 años de mi vida no los viví a full pero los siguientes 26 sí lo serán.

La relación con mi familia no cambió, para ellos soy su hija y hermana y ya no es tema. El hecho de que me vean feliz y realizada contribuyó aun más al proceso de aceptación de ellos.

¿Cómo fue que elegiste tu nombre?

Una de las gracias de ser trans es que puedes elegir tu propio nombre, y eso no lo puede hacer todo el mundo, jajaja.

Tuve un sueño recurrente y en ese sueño yo tenía una hija, una bebé que se llamaba Violeta. Un día desperté de ese sueño y me di cuenta de que esa Violeta no era un bebé: era yo naciendo de nuevo.

¿Y cómo es vivir hoy como Violeta?

Vivir como Violeta es normal, en el sentido que ya no tengo temas con mi identidad de género, no tengo que estar ocultándome o viviendo la doble vida que viví, me gusta hablar del tema pero tampoco se lo digo a todo el mundo. No tengo problema cuando surge, porque es parte de mi vida, pero también sé cómo es la discriminación y la violencia. Por eso, si hay oportunidad de educar sobre el tema que aún es tabú, lo hago.

Sobre todo porque me hubiera gustado haber visto cuando niña una historia positiva, de que sí se puede, que no era el único futuro la prostitución y la calle. Hubiera sido diametralmente distinto para mí haber sabido esto.

¿Qué consecuencias ha traído todo este proceso en tu salud mental? ¿Y cómo lo has sobrellevado?

Durante mi niñez me sentí sola, no sabía que había otras personas igual, pero cuando empieza la adolescencia y hay cambios en el cuerpo, ahí realmente se pasa mal. Y los sentimientos de depresión, que me hicieron contemplar el suicidio, era un camino corto a mi fantasía.

Después cuando empiezo con el psicólogo y a conversar, como él sabía bastante del tema y pude expresarlo, y luego le cuento a mis papás, me empecé a sacar pesos de encima.

El mejor tratamiento para mi salud mental fue el poder expresarme.

El secreto y la doble vida era lo que me tenía mal, pero no el hecho de ser trans.

Y hoy tengo los problemas de salud mental que tiene cualquier persona en Chile.

¿Qué tipo de ayuda has recibido a lo largo de este proceso?

El apoyo de los pares es súper necesario para sobrellevarlo, verme reflejada en personas de mi edad y que iban en otra parte del proceso.

El año 2015 conseguí mi cambio de nombre y sexo registral en mi carnet y acta de nacimiento, antes de que existiera la Ley de Cambio de Género, desde hace un año. En ese tiempo era súper difícil, era un proceso judicial que se hacía con abogado, pericias en el Servicio Médico Legal, en donde te revisan físicamente y te evalúa un perito psiquiátrico. Debía demostrar que llevaba tantos años viviendo así, fue bastante degradante. Yo ya me había operado pero quienes no lo habían hecho, tenían que demostrarlo de otra forma, llevar testigos, y era más difícil aún.

Ese proceso para mí duró tres años, pero tener que ir a hacer un trámite con un carnet que no te representa era muy desgastante, ir al médico y que te llamen por tu otro nombre… Viajar y que la policía te pidiera tu carnet y que no calzara tu nombre con tu imagen…

Desde que hice el cambio ya se hizo todo más fácil. Y con la Ley ahora también es más fácil, demora un par de meses todo el proceso.

¿Cómo se sobrevive al estigma asociado a ser una persona trans?

Tengo la suerte de que “no se me note” lo trans –no quiero que se malentienda–, porque no es que sea algo malo, pero ocurre que mientras más tarde transicionas en la vida, más difícil es que adquieras los rasgos del otro género, y eso pone un mayor prejuicio en la gente, que yo no lo he tenido que sufrir, menos mal.

Obviamente una vive con el miedo… por ejemplo, cuando estoy buscando pareja, tengo la duda de en qué momento le digo: si le digo muy rápido se puede espantar, o si le digo muy tarde va a creer que lo engañé. Es complicado porque hay un estigma, y puede haber violencia también.

¿Cómo crees que podemos ayudar a erradicar la discriminación hacia las personas LGBTI+?

La respuesta es fácil: educación, educación, educación.

Educar en el respeto, desde la niñez y a los más grandes también. Y no tolerar la intolerancia, no tolerar las faltas de respeto, no reírse del humor básico de que alguien es gay, si hay una risa estamos permitiendo que eso lleve a la discriminación y a la violencia.

La gente tiene que abrirse al aprendizaje de esta temática. Las personas de la diversidad sexual y todas, somos ciudadanos, somos parte de eso que nos hace sociedad, y en el momento en que dejamos fuera a un grupo, es que estamos mal.

Siempre pienso en cuántos talentos se pierden por la misma discriminación, por no poder expresarse tal cual son, por vivir con miedo.

Si hacemos que la cultura del respeto sea lo que reine, todos podríamos vivir como la mejor versión de nosotros mismos.

Y hacerlo ahora ya, no esperar a que se mueran las generaciones antiguas para que llegue el respeto, si no que ahora, que parta de nosotros y que sea parte de la Nueva Constitución.

¿Qué mensaje le darías a unx niñx que nos esté leyendo y que tenga dudas acerca de su identidad de género?

Lo primero es que sepa que no está solx, somos hartos en el mundo, somos sus hermanos mayores quizás, y así como es nuestra responsabilidad ser lo más felices que podamos nosotros mismos, también lo es abrirle el paso a las generaciones que vienen para que también lo sean.

Si alguien lee esto y se siente en una encrucijada, que sepa que no está solo y que sepa que la identidad de género no es algo fijo, no implica que si a los 8 años te sientes así, te tienen que dar hormonas y cambiarte el nombre, si no que puedes vivir la vida viendo cómo te vas sintiendo. Esto puede ir cambiando y no tienes para que vivir reprimido, sin expresarlo.

Nunca voy a aconsejar que vayan a espaldas de los papás, pero si no tienen apoyo, que aprovechen que hoy en día hay harta información y que se eduquen, y que busquen ayuda si la necesitan.

Y que no se sientan culpables, porque no tiene nada de malo y las personas trans siempre hemos existido.

¿De dónde obtuviste fuerzas para vivir tu proceso de transformación y de dónde sientes que viene tu resiliencia?

Del amor propio, el quererme tanto como para poder vivir mi vida como tenía que haberla vivido. Hay gente que no cacha mucho y creen que las personas trans quieren cambiar su cuerpo porque no se quieren, pero no, uno se quiere tanto que quiere hacer todo para ser feliz.

También del apoyo de mi familia y amigos. Cada vez que yo lo contaba a algún familiar me sacaba el peso, y me ayudaban a llevarlo juntos, era más motivación para seguir. Yo decía: ya tengo el apoyo de los que me interesan, ¿qué más da contarlo al resto?.

Si la Violeta actual pudiera hablarle a la Violeta pequeñita, ¿qué le diría?

Que aunque ella crea que todo se ve gris, y que el futuro se ve triste, que sepa que no es así, que la vida está llena de colores y que no va a estar sola, que va a estar rodeada de gente que la ama y que el futuro es brillante, que hay una luz al final del túnel y que lo que viene es genial.

Líneas de ayuda para jóvenes y personas LGBTI+.

Fundación Todo Mejora. Apoya a niñxs, adolescentes y jóvenes que viven experiencias de violencia basada en su orientación sexual, identidad o expresión de género. En https://todomejora.org/ y @todomejora en Instagram.

Fundación Selenna, especializada en acompañar a niñxs, jóvenes trans y sus familias. En https://www.fundacionselenna.cl/ y @fundacionselenna en Instagram.

Asociación OTD Chile, “Organizando Trans Diversidades”, para personas trans adultas. En https://www.otdchile.org/ y @otdchile en Instagram.

“Nunca es tarde para empezar a ser tú mismx”.

Violeta.

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