Ansiedad

Productividad compulsiva o la necesidad de estar siempre haciendo algo útil

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Buscamos estar menos ocupadas y, sin embargo, seguimos tomando decisiones que nos tienen a tope. Como si el hacer cosas fuera una necesidad inconsciente y adictiva. ¿Por qué seguimos sumando tareas en la lista de pendientes?

Tal parece que nos ha inculcado que solo si somos productivos, estaremos “cumpliendo” con lo que se espera de nosotros, y que por ende, seremos merecedores de lo bueno de esta vida.

Esto suele ocurrir bastante en las mujeres: solo si somos productivas nos sentimos bien con nosotras mismas, dejamos de lado (por un rato) la autocrítica y sentimos que merecemos recibir el amor propio y ajeno.

Hasta que ese placer pasajero se esfuma y vuelve nuevamente la necesidad imperativa de estar “haciendo algo”.

El mandato social de rendir (y más encima rendir bien) se nos inculca desde pequeñas, y mientras más nos ajustamos a esa norma de hacerlo todo bien, más nos cuesta vivir en paz y conectarnos con lo que realmente queremos ser, con la tranquilidad de que lo que hacemos, es suficiente.

Luego de adultas tenemos que ser excelentes trabajadoras, siempre disponibles, ojalá ser madres también, presentes en la crianza de nuestros hijos pero que no descuidemos nuestra vida laboral ni personal tampoco. 

Esto hace que tengamos una permanente sensación de ser insuficientes: nunca estamos cumpliendo con la meta, porque la meta es una utopía.

Es una situación paradojal en la que por ningún lado se nos permite parar, y decir: “ok, con lo que hice, está bien. Ahora puedo descansar y relajarme”. Porque la máquina debe seguir produciendo y si te paras a tomar aire, te quedas fuera.

También la “productividad compulsiva” de estos tiempos se puede entender desde el paradigma de la Terapia Centrada en la Compasión, de Paul Gilbert, un psicólogo inglés que desarrolló este proceso terapéutico para personas con altos niveles de autocrítica y vergüenza, características que están a la base de gran diversidad de trastornos.

Aquí se explica que una de las formas en que los seres humanos podemos regular nuestras emociones es a través del sistema de logro o de recompensa.

Este sistema opera en nuestro cerebro buscando y anticipando logros, para luego, cuando conseguimos aquello que está valorado como deseable, premiarnos con un shot de dopamina, también conocida como la hormona del placer.

El logro de objetivos genera emociones muy agradables como la excitación, la vitalidad, el entusiasmo, la motivación, y la sensación de progresar.

Al mismo tiempo, existen riesgos asociados a la desregulación de este sistema, como las adicciones, las obsesiones o el estrés por agotamiento —de modo que luchar incansablemente por lograr siempre más, tendría un alto costo.

Lo anterior puede estar relacionado con que la sociedad premia esto de decir que "no tengo tiempo". Como que cuando tienes tiempo hay algo que no calza, o te está yendo mal, etc. En cambio "si no tienes tiempo" es porque tienes mucho trabajo y eso se "premia".

Muchas veces si tienes mucho tiempo libre, te miran raro, te preguntan si está todo bien con tu pega y con tu vida. En cambio si te ven apurado, con mucho que hacer, es sinónimo de éxito. Socialmente no es bien visto estar desocupado, lo ven como sinónimo de ser flojo o incluso fracasado.

Byung-Chul Han, uno de los filósofos más influyentes de la actualidad, señala que vivimos en una sociedad del cansancio, llena de individuos agotados, frustrados y deprimidos, en la que no hace falta una dictadura o un tirano para someter a la población, sino que nos bastamos nosotros mismos para explotarnos hasta la extenuación.

Y paradójicamente vivimos bajo una falsa sensación de libertad.

Según Byung-Chul Han, la sociedad necesita una revolución en el uso del tiempo.

El ritmo frenético en el que vivimos reduce nuestra capacidad de permanecer, necesitamos más tiempo para nosotros, para emplearlo en áreas que no tengan nada que ver con el trabajo.

Debemos aprender a perder el tiempo, a no vivir obsesionados cada minuto con la productividad. Tenemos que reservar tiempo para divertirnos y para el ocio.

En palabras del propio Byung-Chul Han, “vivimos siempre con la angustia de no hacer todo lo que podríamos hacer y encima nos culpamos a nosotros mismos de nuestra supuesta incapacidad”. Esa angustia es la consecuencia de nuestra propia autoexplotación.

“En la sociedad del cansancio, nos explotamos a nosotros mismos creyendo que nos estamos realizando. Y hay una consecuencia más dramática aún: ya no hay contra quién dirigir una revolución, no hay explotadores visibles a los que culpar. Es la alienación de uno mismo. Resulta imposible rebelarse cuando explotador y explotado son la misma persona.” (Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, 2010, Editorial Herder).

Desde el punto de vista de este filósofo norcoreano, seríamos nosotros mismos quienes ya hemos incorporado el deber ser y el producir a tal punto que ya no necesitamos que haya afuera una jefatura o corporación que nos explote.

Pero no se puede dejar de lado que para un gran porcentaje de la población mundial ni siquiera es opción cuestionarse estos asuntos ni tampoco dejar de trabajar hasta el agotamiento, para poder llegar a fin de mes.

¿Qué opinas tú? ¿Te has visto a ti misma sin poder parar de producir? Al menos ya con poder ver el asunto desde otras perspectivas, hemos ganado bastante.

 

El fenómeno FOMO ¿puede tener que ver con el exceso de querer ser productivo?

Puede ser que el FOMO (Fear Of Missing Out, o miedo de estarse perdiendo de algo) se dé en este caso como un miedo a quedar fuera, a ir contra la corriente, y podemos tener la creencia de que si no somos productivos, como el resto del mundo, somos los raros y nos marginarán.

Constantemente nos estamos comparando con el resto, debido a que esto aumentaría nuestras probabilidades de sobrevivir, al asegurarnos que nos parecemos al resto y encajamos en el grupo.

En esto juegan un rol fundamental las redes sociales: una vitrina en la que constantemente todo el mundo está comunicando lo que hace o deja de hacer, y que a su vez genera que millones de usuarios se estén comparando entre ellos y sintiéndose insatisfechos con sus vidas por cosas como no estar produciendo en exceso o no siendo tan “exitosos” como todos ahí parecen serlo.

Vale la pena cuestionar cómo se ha estructurado el sistema en el que vivimos antes de que la culpa por nuestro estrés y productividad compulsiva vuelva a recaer sobre nosotras mismas de nuevo.

Que vivamos angustiadas y agotadas por la carrera del deber ser no tiene que ver solamente con cómo funciona nuestro cerebro. Esto es algo transversal, un signo de nuestros tiempos, y ya no necesitamos más culpas sobre nuestros hombros. Y para des-culpabilizarnos necesitamos más goce y más tiempo libre. Más dolce far niente, o “el placer de hacer nada”, como dicen los italianos.

¿Qué opinas tú?

¿Te has visto a ti misma sin poder parar de producir?

Al menos al ver esta situación desde otra perspectiva, ya hemos ganado algo.

Si quieres ver la nota publicada en la Revista Paula, haz click acá.

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