¿Cuántas veces te ha pasado que estás en una reunión de trabajo y tienes una idea genial que podría aportar muchísimo a tu equipo, pero te da tanto miedo lo que puedan pensar de ti, que no lo dices? ¿Y se lo comentas a un colega, lo dice él y se lleva todos los créditos? Bajón. Y rabia.
¿Y cuántas veces te ha pasado que estás con tu pareja y hace algo que te molesta, pero tú optas por callar, para que no se enoje contigo?
¿O con tus amigas, te ha ocurrido que tienes un problema pero prefieres no contárselos, para que no te juzguen?
Con Camila Pardo, psicóloga y coach especialista en ayudar a mujeres a que puedan comunicarse asertivamente, realizamos un Instagram Live el 14 de enero de 2021 con el objetivo de visibilizar lo antes descrito, que le sucede a muchas de nuestras pacientes –e incluso a nosotras mismas— al momento de comunicarnos.
Lo que viene a continuación es un resumen de aquel Live.
Cuando no somos capaces de decir lo que sentimos debido a que nos dan miedo las consecuencias que podría haber, podemos pasarnos a llevar haciendo lo que sea para agradar a otros, con el riesgo de terminar “desapareciendo” en nuestros vínculos.
Si lo que dice el otro siempre es más importante que lo que yo quiero, lentamente me voy anulando.
Si no elijo lo que vamos a comer, la película que vamos a ver, y no expreso lo que me agrada y lo que no del otro, me voy perdiendo posibilidades a diario, lo que conlleva un gran desgaste emocional y daño a mi autoestima.
Esta situación es muy frecuente y suele ocurrir sin que nos demos cuenta, lo que hace que ignoremos el sufrimiento que nos causa.
Al exponer este tema queremos lograr que a quienes les pasa esto se sientan comprendidas, que vean algunos puntos de vista distintos y obtengan recomendaciones para salir de esta trampa.
Este problema es muy común en las pacientes que acompaño, que presentan ansiedad social o timidez extrema, que es cuando sufres un malestar físico y emocional muy grande frente a situaciones sociales en que debes exponerte.
Cuando tienes ansiedad social te da mucho miedo todo lo que tenga que ver con personas, y lo evitas sistemáticamente, y eso va perpetuando el problema.
Piensas demasiado preparando todo lo que vas a decir, intentas que todo salga perfecto, y luego de estar con alguien repasas una y mil veces en tu cabeza lo que dijiste e hiciste para buscar algún error y evitar a toda costa haber quedado en ridículo o haberlo hecho mal.
Te autocriticas y tienes un estándar muy alto acerca de cómo deberías “desempeñarte” en presencia de otros: no aceptarás algo menos que la perfección.
En estos casos, es esperable que te cueste hablar, hacer trámites, salir de casa, encontrar pareja, tomar decisiones vitales, porque te da mucha vergüenza todo, es como vivir arriba del escenario y eso te va quitando muchas oportunidades y alejándote de tus sueños.
Entonces en este caso el temor a decir lo que sientes pasa porque tienes un temor mucho más grande que tiene que ver con exponerte, hacerlo mal, y que te vayan a juzgar o criticar.
El cerebro de las personas con ansiedad social interpreta a otras personas como si fueran verdaderos tigres de los cuales debes defenderte y escapar, porque podrían hacerte daño.
Hay una hipervigilancia hacia el mundo exterior y una elevada “autoconciencia”, que es cuando estás permanentemente observándote a ti misma y chequeando cómo lo estás haciendo: cómo me está saliendo, qué está pensando el otro de mí, qué cara puso.
Camila, por su parte, observa que este tema es importante porque hay muchas mujeres que tienden a “restarse” en sus familias por ejemplo, sintiendo que deben aguantar mucho para no molestar y para no dejar de ser queridas; y en sus entornos laborales no alcanzan todo su potencial.
Este dolor oculto se puede ver desde fuera como que la persona es muy amable, alegre y nada conflictiva, pero en realidad sufre, porque no es que no sienta nada, si no que se muere de miedo de expresarlo.
¿Qué creemos que hay detrás del no decir lo que sentimos?
La emoción del MIEDO aquí es central. Es una emoción que paraliza, que nos llama a pelear o huir, porque así podemos sobrevivir. Antes teníamos que mantenernos a salvo de los depredadores naturales, y hoy tenemos otro orden de miedos, por ejemplo, hoy tememos que nos critiquen, que nos rechacen y nos dejen de querer. A la base estaría el miedo a la pérdida de algo que me importa.
Lo mismo le ocurre a los niños extremadamente obedientes y “bien portados”: muchos de ellos han aprendido que deben cumplir todo el tiempo con lo que sus padres y cuidadores esperan de ellos, porque si reclaman, no son atendidos, entonces no les queda otra que ser “perfectos”, callar sus necesidades, ayudar en todo, y en definitiva, cuidar de los demás en vez de ser cuidados.
Esto se ha observado ahora durante la pandemia en muchas familias, porque los padres están sobrecargados con el teletrabajo y las tareas domésticas, entonces a los niños no les queda otra que no molestar, lo cual es súper triste.
Tengamos la edad que tengamos, es bueno que seamos capaces de reconocer lo que necesitamos. Y si de niños no obtuvimos ese reconocimiento y validación de lo que sentíamos, es tarea de nosotros los adultos el hacer ese aprendizaje, para volver a conectarnos con nuestras emociones. Porque, como dijo Camila: si no sé lo que quiero, ¿cómo lo voy a pedir?
¿Cuáles son los beneficios de expresar nuestras emociones?
Algo súper relevante es que logramos tener relaciones recíprocas: no se trata de que “solo importo yo”, si no que se trata de que ambos involucrados aparezcan en la relación, que no haya nadie invisibilizado que no se expresa para no incomodar.
Y desde este lugar en que ambos nos expresamos, podemos construir relaciones más sanas y seguras. Vale la pena preguntarse: ¿Es una verdadera relación cuando yo no aparezco? Seguramente que no: yo también merezco participar.
¿En qué contexto es mejor expresar lo que siento?
Si no tengo mucha práctica en esto, lo ideal es que parta expresándome en relaciones seguras, donde no está en juego mi integridad ni corro peligro con el otro.
También es bueno elegir un momento adecuado en el que yo pueda ser escuchada. Hay que recordar que el resultado de la conversación puede ser muy variable: puede que al final nos enojemos y tengamos una discusión, pero el lado amable es que servirá para darnos cuenta de que la persona no se fue y que no necesariamente el que yo haya hablado va a arruinar la relación: al contrario, probablemente la va a fortalecer, porque estamos siendo transparentes, y a nadie le gusta que le mientan, ¿cierto?
¿Y entonces, cómo puedo vencer el miedo de decir lo que siento?
Lo primero podría ser hacerme consciente de que tengo este problema, identificando que mis temores son solo pensamientos o creencias que no necesariamente se van a cumplir, y que me están limitando en diversas áreas.
Esto funciona como una trampa, porque caemos en evitar hablar, y mientras más evitamos, más nos cuesta hacerlo a la siguiente vez.
Entonces puedo partir por darme cuenta de que tengo un pensamiento negativo que dice: “si yo le dijo a mi pareja que no me agradan tanto sus amigos, él se va a enojar y los va a preferir a ellos, y me dejará”.
Lo identifico como solo un pensamiento, y no como un hecho real.
Mi siguiente paso sería dejar de evitar: empezar de a poco, decir en un contexto seguro algo pequeño y luego ir aumentando en complejidad. No sugerimos partir con un gran desafío, porque puede resultar muy amenazante cuando estamos partiendo.
Con esto estaremos demostrándonos en la experiencia que podemos, y que no pasa nada. Y si llega a pasar algo, lo enfrento y crezco.
Otra sugerencia es tener en mente que cuando tú apareces en la relación, cuando te expresas, cuando compartes algo tuyo, es mucho más posible generar esa verdadera CONEXIÓN con el otro, esa sensación tan agradable de que ambos sienten lo mismo porque las emociones son experiencias universales.
Además intenta recordar que generalmente la gente con la que hablas, está deseando solo comunicarse contigo, no está esperando que te equivoques para burlarse, tampoco están sobre analizándote. Y piensa que si todo llega a salir mal, siempre habrá otra oportunidad.
Por último, ten en cuenta que expresarnos es parte de nuestro autocuidado, porque es un acto liberador en sí mismo, que te puede dar calma al ayudarte a irte sacando pesos de encima.
Si has intentado esto y mucho más, y aun así sientes que no eres capaz y que el no poder decir lo que sientes te limita, tal vez te veas beneficiada de asistir a una psicoterapia.
Puedes ver el Live aquí.
Y aquí puedes descargar la guía gratuita sobre ansiedad social si te sentiste identificada con lo que aquí hablamos.